LAS BIBLIOTECAS NO SON UN GASTO, SON UNA INVERSIÓN

Las bibliotecas españolas están desarrollando una acertada campaña a favor de la cultura, bajo el nombre de: “Las bibliotecas no son un gasto, son una inversión”. El objetivo de esta campaña es “abrir los ojos” de la sociedad ante un preocupante echo que aún no parece alarmar demasiado: los recortes salvajes en cultura y educación. No parece darse cuenta la sociedad que recortar en cultura, en cualquiera de sus facetas, así como en educación, supone una hipoteca para el futuro de cualquier país. Un país sin educación y sin cultura está irremediablemente condenado al fracaso y a la ruina.

La palabra “crisis” procede del griego krisis y en su origen no tenía la connotación negativa que posee en la actualidad, ya que aludía a posibilidades de transformación y cambio; o lo que es lo mismo, bien gestionada, una crisis es una oportunidad. En nuestro caso, es la oportunidad de ver lo mal que hemos hecho las cosas para dar un brusco cambio de rumbo y comenzar a hacerlas con cabeza y honradez, tal como plantea insistentemente UPyD. Pero para la aristocracia política del bipartidismo gobernante, la palabra crisis significa, al parecer, mantener el tipo como sea, los orondos culos en la poltrona y cargarse todo lo que no suponga un mayor beneficio para ellos. Si el país necesita una educación de calidad y, por lo tanto, una inversión consciente y fuerte en ella y en la cultura que la acompaña, ni siquiera se lo plantean, aunque nuestro partido, UPyD insista cada día en ello. Es mejor acusarnos de demagogia para mantener así los privilegios, acudiendo al victimismo ante la sociedad.

Evidentemente, para esta aristocracia de nuevo cuño, esos lugares cargados del embriagador aroma de la sabiduría, llamados bibliotecas, resultan molestos. Y no es para menos. Los volúmenes que allí se guardan, las actividades culturales y conferencias que organizan estos templos del saber, para todos los ciudadanos de todas las edades, forman la mente. Y eso genera ciudadanos libres, con capacidad para pensar, capacidad para juzgar los actos de los políticos y libertad para decidir por sí mismos. Todo un riesgo para el que quiere seguir viviendo del cuento. Una sociedad formada y culta, exige día a día, pide cuentas en las urnas y opta por opciones de futuro y con sentido común.

No es extraño, pues, que esta aristocracia “de derechas y de izquierdas”, que tanto monta, en lo primero que entre a sangre y fuego con las tijeras, sea en el área educativa y cultural. Mejor tener una plebe dormida y adocenada que se divida sistemáticamente en estos o aquellos, que deposite su voto “por que siempre les he votado a ellos”, sin hacerse preguntas, sin exigir y sin optar. Esto permite la persistencia del bipartidismo enfermo que padecemos en España y que permite a dos partidos repartirse el pastel cada cuatro u ocho años.

Por eso es encomiable que exista un partido, Unión Progreso y Democracia, que se oponga frontalmente a este desastre cultural. UPyD no teme como ellos a la cultura, al bienestar y al progreso. De hecho, quiere ciudadanos formados y cultos. Quiere un país de personas libres, que piensen, que decidan y que opten por aquello que más nos beneficia a todos. Por ello, con excelente criterio, UPyD Castilla y León, a propuesta de UPyD Ávila, han apoyado decididamente la campaña de las bibliotecas públicas, insistiendo en la necesidad de aumentar la inversión, inversión de futuro, no lo olvidemos nunca, en la cultura. Además, tal y como señala acertadamente nuestro partido, es en esta época de vacas flacas cuando más aumenta el número de usuarios de las bibliotecas, ya que, a falta de otros recursos, las bibliotecas permiten un acceso al ocio y a la cultura de manera gratuita y democrática.

Las bibliotecas son una garantía de futuro, una garantía de derechos para los ciudadanos, ya que todos tienen acceso a la cultura por igual y, por supuesto, dan a cualquier sociedad, mucha más riqueza de la que se invierte en ellas. Por ello, yo me sumo, junto con UPyD a la “marea amarilla” en favor de las bibliotecas públicas.

 

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